¡Qué frío!

04.07.2014 00:00

Sí señores, no saben ustedes el frío que pasé en Ajalvir hace unos días, viendo una novillada. ¿Y qué hacia yo en Ajalvir, finales de enero, a tres grados de temperatura? Como todo en esta vida, tiene su “casi lógica” explicación. El culpable en origen es Miguel Telleria. Como todo el mundo sabe, Miguel es, en nuestro entorno,  quién mas corridas presencia a lo largo de la temporada, y en eso yo no puedo ganarle, pero me dije...  la primera novillada del año a la que va a asistir será en Francia a mediados de febrero;  pues al menos voy a ver una corrida y  una novillada antes que él, este año. Y dicho y hecho, y aprovechando mi estancia en Madrid por otras cuestiones ajenas al toro: Novillada en Ajalvir y corrida en Vista Alegre.

    Ajalvir – primera feria del año, magníficos espectáculos taurinos, plaza cubierta y climatizada – se encuentra a  unos 70 kilómetros de Madrid, es decir metro hasta Barajas, autobús hasta la carretera  y dos kilómetros de calle solitaria y fría hasta llegar al coso.  Todo cierto: plaza portátil cubierta – unas telas o lonas la rodeaban y techaban el tendido- y climatizada – dos o tres cañones de aire caliente al que se arrimaban las cuadrillas antes y durante el festejo -. Público escaso y variopinto. Unas trescientas personas que salvo la presidencia y los cinco músicos que componían la banda, estábamos al sol que más calienta; es decir nos íbamos moviendo en el tendido siguiendo al sol mientras duró.   Y las trescientas personas distribuidas entre: pequeños grupos de habitantes del lugar, que previsoramente se cubrían con mantas, familiares de los actuantes,  matadores y novilleros de la zona - entre ellos Sánchez Vara que triunfó el domingo siguiente y al que ya es hora que se le vayan abriendo más puertas-, sufridos cronistas y algún despistado que por allí cayó. Los tres novilleros, que hubieran ido vestidos perfectamente de forro polar y oro,  cumplieron, ya que el ganado de Víctor y Marín resultó flojo y descastado. Todo el mundo hablaba  de antemano de un tal “Chechu” pero a mí me gustó mas Alberto Lamelas; guarden el nombre por si acaso. El tercero, un veterano que poco tiene que decir en esto, Martín de Vidales.

    Al día siguiente: el Palacio de Vista Alegre. Otra cosa. Perfectamente climatizado, buena calefacción, asientos cómodos y una entretenida corrida donde  Antón Cortés  demostró que se va a hablar de él esta temporada a poco que se empeñe. Sus compañeros Manuel Amador y Álvaro Justo quisieron y no pudieron con los sosos toros de Buenavista.

    En fin, que me quedé muy satisfecho de la experiencia; que la repetiré si Dios quiere y que lo de Miguel fue una magnífica excusa.

Manuel Harina.